Diez años ya promoviendo los mejores valores humanos entre los alumnos de Iberoámerica, en colaboración con los colegios de todos los países hermanos, a través de Concurso Infantil de Relatos. Comenzamos con la publicación de los relatos que han resultado ganadores de un Accésit.
Hasta aquí llegué
Hola, me llamo Luis. Tengo 10 años y curso 4º de primaria. No me gusta llamar la atención y casi siempre intento pasar desapercibido. Sin embargo, este año algo cambió dentro de mí por algo que le pasó a un compañero de mi clase.
Mi compañero se llama Lucas. También tiene 10 años, es bajito y está un poco gordito. No habla mucho y suele pasar mucho tiempo solo, ya que tiene muy pocos amigos. Después de las vacaciones de Navidad, un grupo de chicos de la clase empezó a molestarlo constantemente. Al principio, pensé que era una broma entre amigos y que quizá se habían hecho cercanos durante las vacaciones, pero pronto me di cuenta de que no era así.
Le escondían sus cosas, le decían insultos y se burlaban de su apariencia física. Cada día lo veía más triste y apagado. Pasaban las semanas y Lucas parecía estar sufriendo mucho, y nadie hacía nada para ayudarlo. Ni siquiera yo... hasta que un día algo dentro de mí cambió.
Ese día, Lucas llegó a clase con un bocadillo bastante grande. Era de pollo, lechuga y mayonesa, su favorito. Cuando se sentó y fue a guardarlo en su mochila, Mateo, uno de los chicos que más lo molestaba, se lo arrebató y le dijo en voz alta: "Si comes tanto, te vas a poner aún más gordo." Todos en la clase se rieron, menos Lucas y yo. Lucas bajó la cabeza, avergonzado, y en ese momento sentí una rabia y una tristeza que no pude controlar.
Sin pensarlo, me levanté de mi asiento y grité con fuerza:
—¡Déjalo! ¡Ya basta!
Toda la clase se quedó en silencio. Mateo miró sorprendido, soltó el bocadillo y lo dejó sobre la mesa. Nadie dijo nada más. Fue un momento breve, pero muy poderoso.
Durante el siguiente cambio de clase, Lucas se acercó a mi mesa. Me dio las gracias en voz baja, con los ojos llenos de lágrimas. Fue un gesto pequeño, pero significó mucho para mí.
Desde ese día, Mateo y sus amigos dejaron de molestar tanto a Lucas. Creo que se dieron cuenta de que lo que estaban haciendo no era un juego y que Lucas realmente lo estaba pasando mal. Con el tiempo, Lucas y yo nos hicimos buenos amigos. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común y aprendimos mucho el uno del otro.
Ahora, cuando alguien se mete con un compañero en clase, ya no me quedo callado. Y lo mejor es que más compañeros también han empezado a levantar la voz. Aprendimos que no hay que tener miedo de defender lo que está bien, y que a veces, un solo gesto puede cambiar muchas cosas.
Categoría: No al Acoso Escolar
Nombre: Pablo Díaz González
Edad: 14 años
Colegio: Santo Domingo de Guzmán -Oviedo
País: España
