lunes, 2 de octubre de 2023

¡Adios!, Juanita

Terminamos la publicación de los relatos ganadores del VIII Concurso Infantil Iberoamericano de Relato Breve Otro Mundo es Posible con la publicación del correspondiente a la categoría "No a la violencia de Género contra las niñas". 





Los padres dicen que los niños son inocentes, que hacen las cosas sin pensarlo.

Bueno no sé, pero me acuerdo que en tercer grado de primaria ingresó una pequeña niña, con un uniforme viejo todo cocido por todos lados, su zapato era viejo y en su cara tenía granos.

Todos los niños y las niñas la mirábamos con asco y desprecio; la profesora ni la presentó solo le mandó a sentarse al fondo, donde había una mesa que se movía cuando escribías, una silla que tenía un clavo sobresalido que cuando te sentabas te hacia doler.

La profesora empezó a escribir en la pizarra y todos los niños empezamos a copiar en silencio; pero un sonido fuerte nos hizo voltear al fondo, era aquella niña, estaba sentada en el suelo la profesora se renegó y le mando a pararse en la esquina. Lo que después me entere; que era Sebastián quien le había jalado la silla; mientras que aquella niña se había parado para poder copiar lo que estaba en la pizarra, sin darse cuenta se sentó y cayó al suelo jalando la silla.

Tocó el recreo y todos salimos a jugar, pero la niña se quedó porque, la profesora le mandó a sentarse para que termine de copiar.

Cuando regresamos del recreo Sebastián se acercó aquella niña, le quito el lápiz y le rayó el cuaderno, la niña tenía sus ojos llenos de lágrimas; pero los demás niños comenzaron a gritarle; fea, granosa y ahora mañosa, se burlaban de la niña; la profesora entraba al salón y todos corrieron a sentarse, la profesora se acercó a la niña y le dijo ¿Qué es esto?, ¡A caso no puedes hacer las cosas bien!; La niña agacho la cabeza, la profesora dijo que si seguía así llamaría a su mamá para hablar con ella.

Desde ese día Sebastián y sus amigos no dejaron de molestar a la niña. Cuando salía al recreo, que era de vez en cuando porque la profesora le castigaba, Sebastián le jalaba el cabello y con sus amigos la empujaban, a veces la arrastraban por el corredor; aquella niña no se quejaba, ni lloraba, es como si no sintiera dolor.

Siempre escondida en una esquina miraba como los demás niños y niñas jugaban; a veces sonreía y saltaba de alegría.

La niña traía sus cuadernos en una maleta de tela de harina que todos los niños pateaban a la hora de la salida, los cuadernos y su pequeño lápiz salían volando; la niña corría desesperada para quitar la maleta y poder llenar sus útiles y agarrando fuerte su maleta se iba a su casa.

La profesora sabía todo lo que le hacían a la niña pero no decía nada, ni hacía nada. Yo le llamo aquella niña, porque nadie nos dijo como se llamaba.

Un día no llegó a clase, pues ella nunca faltaba y era la primera en llegar a clase; la profesora comenzó a escribir en la pizarra sin darse cuenta de aquella niña, hasta que tocaron la puerta donde entro el señor Director a decirnos que Juanita había sufrido un accidente y que por favor colaboremos con nuestra propina, para poder colaborar con las medicinas de Juanita porque su familia era pobre. Todos nos mirábamos preguntando quien era Juanita; la profesora explico que esa niña era la que se sentaba al fondo. Todos colaboramos hasta Sebastián.

Llegando a mi casa le dije a mi mamá que quería ir al hospital, a visitar a mi amiga; mi mamá me llevo en la tarde. Llegando pude ver a Juanita por una ventana, estaba tirada en una cama y en su nariz había pequeños tubos; me dio mucha pena y tristeza.

Aquel día la mamá de Juanita comenzó a decir que su Juanita trabajaba vendiendo dulces para comprar sus útiles escolares, porque ella quería aprender a leer y a escribir para enseñarles a sus hermanitos, pero que ayer cuando volvía de vender sus caramelos dos hombres le quietaron la bolsita de dinero y la empujaron a la pista, donde un carro pasó y la atropelló, y el chofer se echó a la fuga. Una vecina que pasaba por ahí reconoció a mi Juanita y me llamo. Salí corriendo de mi casa y encontré a mi juanita tirada en la pista llena de sangre; unas personas buenas me ayudaron a llevarla al hospital, ahora mi niña se debate entre la vida y la muerte.

Entre lágrimas comenzó a decir que Juanita era feliz cada vez que iba a la escuela cuando llegaba la noche me contaba, que su profesora le enseñaba a escribir y a leer y cuando salía al recreo jugaba con todos sus compañeritos quienes le querían mucho.

Yo al escuchar todas estas mentiras que contaba Juanita a su mamá, me eche a llorar en los brazos de mi mamá.

Pasando dos días nos dieron la noticia que Juanita había muerto; no me pude despedir, tan solo mirando su carpeta le digo, adiós, Juanita, espero que en cielo seas feliz.

Quizás no sabemos, o sí sabemos lo que hacemos, pero es triste porque ella ya no está con nosotros.

 

Categoría: No a la Violencia de Género contra las Niñas

Alumno: : Vanesa Rubi Nieva Garcilazo

Edad: 11 años

Colegio: Fe y Alegría 67 “María Inmaculada”

País: Perú