Comenzamos la publicación de los relatos ganadores de un Primer Premio de las tres categorías del Concurso Infantil Iberoamericano de Relato Breve, Otro Mundo es Posible.
Lydia era una niña de apenas 12 años que había nacido con albinismo, tenía la piel blanca como la nieve y unos ojos de un color azul pálido. Lydia nunca había tenido amigos, la veían diferente y nadie quería juntarse con ella, lo que provocaba que fuese una persona cada vez más y más insegura. Su único deseo era ser una niña normal y su esperanza era lograrlo ahora que empezaba una nueva etapa en el instituto. Sin embargo, estaba lejos de alcanzar su deseo…
El primer día no pasó desapercibida, todo el mundo la miraba como a un bicho raro, y nadie se acercaba a ella para presentarse y hablarle. A la hora del recreo, Lydia decidió deambular por los pasillos y explorar las aulas por su cuenta, pero su mala suerte quiso que un grupo de acosadores se fijase en ella. Al verlos, Lydia entró en pánico e intentó esquivarles, pero ellos comenzaron a perseguirla, gritándole insultos y burlas. Lydia corrió desesperadamente hasta que pudo escabullirse en el laboratorio del instituto. Cerró la puerta tras de sí y ya no luchó más por retener el llanto. Justo en ese momento sonó la campana, se había terminado el recreo.
Lydia no quería llegar tarde a clase el primer día, así que decidió calmarse, ser fuerte y salir, pero pronto se dio cuenta de que la habían encerrado. No le quedaba más remedio que esperar hasta que alguien se diese cuenta de su ausencia, lo que desafortunadamente no ocurrió. Fue el profesor de física y química quien, al entrar al laboratorio por unas probetas, encontró a Lydia sollozando apoyada en la pared. Lydia no se atrevió a contarle lo ocurrido y se limitó a murmurar que había entrado a ver el aula y se había quedado encerrada por accidente. El profesor la creyó, la mandó directa a clase y se olvidó del asunto sin decirle a nadie.
En el camino a casa, que estaba situada al fondo de una alameda, fue reflexionando sobre lo ocurrido, Lydia intentó convencerse a sí misma de que probablemente todo había sido una novatada, así que decidió no comentarle nada a su madre. Al día siguiente volvió al colegio con la esperanza de que fuera un día mejor; sin embargo, muchos de sus compañeros de clase no paraban de molestarla, tirándole bolas de papel cuando el profesor no estaba mirando, insultándole y provocándole un sufrimiento cada vez más insoportable.
Un día como otro cualquiera Lydia fue al instituto con desgana, porque ya sabía lo que iba a pasar. Si bien el día no comenzó tan mal como esperaba, apenas unas pequeñas burlas dispersas, todo empeoró a la hora de la comida, cuando el grupo de acosadores del primer día volvió a fijarse en ella. Comenzaron a rodearla, dejándola indefensa en medio del grupo. El pánico podía verse en sus ojos y todo el comedor estaba atento, aunque nadie movía un dedo. Lydia rezaba para sus adentros y, de repente, contra todo pronóstico, algunos de sus compañeros de clase, que estaban cansados de ver todo lo que sufría, dejaron de lado su miedo y tuvieron la valentía de enfrentarse a los acosadores y defender a Lydia.
Los acosadores obtuvieron su reprimenda y unas cuantas clases de valores para que supiesen respetar a todos sus compañeros. El resto comenzaron a aceptar a Lydia, a interesarse por su peculiar apariencia y a disfrutar de su compañía hasta el punto de hacerse amigos de ella. Cuando no estaba asustada, Lydia era una niña muy divertida y agradable. Nunca más volvió a sentirse sola y nadie la volvió a molestar.
Categoría: No al Acoso Escolar
Nombre de la alumna: Elena Díaz Valle
Edad: 13 años
Colegio: Fundación Educativa Santo Domingo de Oviedo. FESD
País: España
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