martes, 21 de diciembre de 2021

Ampliado el plazo del VII Concurso Infantil de Relato Breve, Otro Mundo es Posible

A petición de diversos colegios americanos, hemos decidido ampliar los plazos de la séptima edición del concurso infantil.


Os esperamos!!



jueves, 21 de octubre de 2021

VII Concurso Infantil Iberoamericano de Relato Breve, Otro Mundo es Posible




El VII Concurso Infantil Iberoamericano de Relato Breve, Otro Mundo es Posible tiene como lema “Juntos e iguales” y está dirigido a colegios de toda Iberoamérica, para los alumnos y alumnas de edades comprendidas entre los 10 y los 14 años.

Tras haber pasado el año 2020 sin llevar a cabo el tradicional concurso infantil de relato, debido a la covid19, este año de nuevo ponemos en marcha la VII edición del mismo.

Queremos que la misma represente un impulso para avanzar y superar lo sucedido durante este tiempo, por eso nos encantaría poder contar con muchos colegio de todo Iberoamérica en esta ocasión.

Se convocan tres premios de las siguientes temáticas:

  • No a la Violencia de género contra las niñas
  • Iguales en Derechos y Oportunidades
  • Juntos el Mundo es Mejor


Te apuntas?

lunes, 20 de septiembre de 2021

¿Hablamos de valores?

 


"Los sistemas de valores son todo lo que tenemos en el mundo, la única densidad, espesor y riqueza de nuestra experiencia, el único ser."  Gianni Vattimo

A veces nos sucede que, cuando regresamos a casa después de las vacaciones, nos encontramos desubicados. Se ve otro paisaje desde las ventanas y eso es suficiente para hacernos sentir “de vuelta al trabajo”. Es posible que en la educación de nuestros hijos e hijas nos suceda lo mismo: demasiada flexibilidad en los horarios, mucha transigencia, permisos para todo… Y un curso que comienza para el que necesitamos con urgencia recuperar hábitos y rutinas.

A pesar de los agobios del regreso, conviene pensar qué estamos haciendo para recuperar la idea de finalidad. “Todo esto que haces, ¿para qué sirve?”- nos preguntarían nuestros hijos a poco que buscásemos hueco para hablar un rato entre libro y libro que forrar. Y es que esa es la pregunta: todo lo que hacemos con ellos, contra ellos, por ellos y para ellos, ¿para qué sirve? La respuesta es sencilla y misteriosa a la vez: para que sean felices en el futuro.

El proceso equivale a mostrarles un camino, proveerles de buenas botas, cogerles de la mano los primeros tramos y apartarse después para que puedan hacer camino al andar. Las herramientas con las que se educa son el amor y el sentido común, y los ingredientes son los valores.

Los valores son las cualidades positivas, reales y no relativas, de las actitudes humanas. Se los transmitimos porque sabemos que les servirán para vivir. Pero, como dice Aristóteles, que es especialista en este asunto: “Primero recibimos las facultades y después ejercitamos sus actividades. Las virtudes, en cambio, las recibimos después de haberlas ejercitado primero. Nos hacemos justos realizando acciones justas. Y de no ser así, ninguna necesidad habría de que alguien nos enseñara”. Somos nosotros quienes enseñamos las virtudes con nuestro propio ejemplo. Por eso conviene repasar cuáles son y lo que significan, para escoger entre ellas las que queremos que nuestros hijos e hijas ejerciten. Enumeradas por Linda Kavelin en su Guía de virtudes para la familia, de la UNESCO, son:

AFÁN DE SUPERACIÓN, empeño constante en hacer las cosas lo mejor posible.

ALEGRÍA, capacidad para potenciar el bienestar propio y el de los demás.

AMABILIDAD,  implicación en el bienestar de otros.

AMOR, capacidad de cuidar y compartir las vivencias más personales con alguien.

APACIBILIDAD, mantener un estado interior de tranquilidad.

AUTODISCIPLINA, capacidad para controlar por uno mismo los impulsos.

COMPASIÓN, capacidad para preocuparse por quien sufre.

CONFIANZA, contar con los demás y creer en sus posibilidades.

CONSIDERACIÓN, respetar los sentimientos de los demás.

CORDIALIDAD, interés sincero por los demás.

CORTESÍA, empleo de buenos modales.

CREATIVIDAD, expresar ideas nuevas.

DELICADEZA, actuar de manera consciente para no herir a los demás.

DETERMINACIÓN, concentrar toda la energía en una tarea concreta.

ENTUSIASMO, actuar con entrega, de manera alegre y sin aparentar el esfuerzo.

FIDELIDAD, mantenerse firme en lo que uno cree o siente.

FIRMEZA, ser constante y ceñirse a un objetivo propio.

FLEXIBILIDAD, apertura a los cambios.

FORMALIDAD, llevar a cabo los compromisos adquiridos.

GENEROSIDAD, compartir sin esperar recompensas.

GRATITUD, reconocer lo que se ha recibido de los otros.

HONORABILIDAD, vivir respetando lo que uno considera correcto.

HONRADEZ, hacer una promesa o dar una palabra y cumplirla.

HUMILDAD, reconocer la propia necesidad de mejorar.

IDEALISMO, capacidad para creer que el mundo puede ser mejor y actuar para llevar a efecto esa creencia.

JUSTICIA, juzgar con imparcialidad.

LEALTAD, defender aquello en lo que uno cree.

LIMPIEZA, contribuir al orden de la casa familiar y al orden e higiene propias.

MISERICORDIA, tratar a los demás con clemencia y perdonar.

MODERACIÓN, establecer las rutinas de una vida equilibrada.

OBEDIENCIA, reconocer la existencia de reglas.

ESPIRITUALIDAD, apertura a la trascendencia.

ORDEN, capacidad de organización.

PACIENCIA, mantener en el tiempo el interés y las expectativas.

PERDÓN, ser capaz de dar otra oportunidad.

PREOCUPACIÓN POR LOS DEMÁS, ver más allá de los propios problemas y necesidades.

SENTIDO DEL PROPÓSITO DE LAS ACCIONES, tener un centro de atención claro, conocer el objetivo por el que se está trabajando.

PUDOR, sentido del respeto por uno mismo.

RESPETO, consideración por los derechos de otros.

RESPONSABILIDAD, responder ante los retos poniendo en juego las propias capacidades.

REVERENCIA, respetar lo que alguien considera sagrado.

SEGURIDAD EN UNO MISMO, ser capaz de aceptar un reto, de tomar una decisión y de pensar por cuenta propia.

SERVICIALIDAD, deseo de ser útil a los demás.

SINCERIDAD, ser franco, veraz y digno de confianza, tener palabra.

SOLICITUD, disposición alerta para las necesidades de los demás.

TACTO, decir la verdad de manera que no ofenda.

TOLERANCIA, aceptar las diferencias en los demás y a partir de ellas buscar acuerdo.

UNIDAD, conducirse con armonía, vivir como se piensa y de decir lo que se cree.

VALOR, ser capaz de superar el miedo.

VERACIDAD, coherencia entre las palabras y los actos.

La vida y la educación no son ese bullicio que nos rodea. ¿Hablamos de virtudes?


Carmen Guaita

miércoles, 24 de marzo de 2021

Yo soy yo y mi smartphone



Cuando el escritor norteamericano Marc Prensky acuñó en 2001 la expresión “nativos digitales”, se refería a quienes emplean la tecnología como una extensión de sí mismos. Por entonces se generalizaba el uso del smartphone, que ha resultado ser el paradigma de esa definición de Prensky. Y que se ha convertido en una prótesis de nuestros hijos desde que cumplen los diez u once años.

¿Para qué lo necesitan tan pronto? Bueno, es que tienen que comunicarse con sus amigos, o al menos eso es lo que ellos nos dicen, con gran poder de convicción, al suplicar que se lo compremos. Por supuesto, no queremos que se sientan inferiores o separados del grupo. Y ya está. Tardamos poco en comprender que hemos abierto la caja de Pandora en mitad de casa. Porque no debemos engañarnos, el gran atractivo del teléfono inteligente es el acceso a Internet. Y eso, hoy, lo pone todo alcance de nuestros hijos: desde el videojuego o la serie hasta la red social, desde la biblioteca de la Universidad de Harvard hasta la pornografía. El uso de una herramienta tan potente proporciona acceso ilimitado a la comunicación y la información, pero a cambio sitúa a niños y adolescentes ante riesgos graves. Por ese motivo hay que utilizarla con inteligencia y sentido común. De alguna manera, tienen que merecerla. Hace poco escuché decir a Pilar Rodríguez Sánchez, experta del programa “Familias enRedadas”: “Si nuestro hijo de doce años está despierto a las tres de la mañana chateando por el móvil, no está suficientemente maduro para tener móvil. Así de claro.” ¿Cuál es la conclusión? Que un smartphone tiene normas claras de empleo y ellos deben estar dispuestos a asumirlas.

La forma de comunicación de los adolescentes ha cambiado de distinta manera en los chicos que en las chicas. La colonización del smartphone les afecta más a ellas, mientras los chicos lo comparten con la consola y los videojuegos. Pero a unos y otras les obliga a crear una “imagen digital”, que deben cuidar tanto o más que la real. Por eso atienden de inmediato todos los mensajes que reciben. Por supuesto, cambia la relación entre el grupo de amigos, que siguen dialogando a través del teléfono incluso cuando están juntos. Cambia también la interacción de la familia. De hecho, las llamadas de voz están reservadas casi en exclusiva para los padres, y con sus amigos emplean otros cauces. La función principal del teléfono se convierte así en símbolo de control.

La forma de compartir, casi sin barreras, genera mucha transparencia en la comunicación. Esto facilita la colaboración pero también puede convertirse en una fuente de problemas porque el adolescente se “desnuda” psicológicamente ante los demás, y pierde su privacidad, volviéndose así vulnerable a cualquier forma de acoso,  incluida la que les puede obligar a desnudarse físicamente. Y se exponen a visualizar contenidos inapropiados, bien porque los padres no establecemos mecanismos de control, bien porque los reciben de sus amigos o como spam. No podemos cerrar los ojos ante el hecho de que el acceso a la pornografía online se establece hoy a los doce años.

Engolfados como están en sus cámaras, pueden capturar imágenes comprometidas de sí mismos o de otros. Cuando las cuelgan atolondradamente en la Red pueden crear un problema casi imposible de resolver e incluso con implicaciones legales. Y, como ya hemos comprobado, el estado de conexión permanente genera tensión en la familia y el entorno. Pueden negarse a apagar los móviles en reuniones familiares o en clase; pueden vivir tan volcados en ese mundo virtual que terminen ignorando lo que sucede en el cuarto de estar de casa.

El smarphone es una simple herramienta, diremos. También lo es la motosierra, y nuestros hijos de diez años no juegan con ella.  Debemos retrasar su llegada, tasar su tiempo de uso, ponerle normas claras de empleo, emplear los mecanismos de control parental. No los dejaríamos solos en la Quinta Avenida de Nueva York con el encargo de regresar solos a casa, ¿verdad? ¿Por qué entonces los dejamos solos en Internet?  Pero antes de nada, revisemos nuestra propia conducta porque, realmente, somos nosotros, los adultos, quienes estamos sometidos al imperio del smartphone.

Carmen Guaita